Mujeres por la soberanía alimentaria

Un grupo de productoras de Terebinto que venden en la ciudad las frutas que ellas mismas cultivan y cosechan, se organizaron este 2018 como cooperativa con el respaldo de Casa de la Mujer.

Por: Maria Paola Zuluaga

Desde hace más treinta años habitantes del cantón de Terebinto, municipio de Porongo, llegan hasta Santa Cruz de la Sierra para vender sus frutas y verduras. Cuando todo empezó venían unos cuantos hombres en carretones con bueyes, tardaban todo un día en llegar hasta la ciudad, dormían donde podían y al siguiente día madrugaban a vender sus frutas.

Luego se sumaron las mujeres y ahora son ellas quienes se echan al hombro bultos de mandarina, limón, *achachairú, banano o guineo –según sea la temporada–  toman trasporte público y llegan a la ciudad para vender sus productos justo al lado de Casa de la Mujer.

Con la idea de organizarse para mejorar su situación como vendedoras informales, se acercaron a la institución para solicitar respaldo y asesoramiento. Así fue como se planificaron talleres sobre seguridad y soberanía alimentaria ligadas a sus derechos como mujeres. Y con asesoría de expertas se conformaron como Cooperativa de Mujeres Productoras de Cítricos de Terebinto, integrada por más de treinta mujeres y tres hombres.

Casa de la Mujer respalda y asesora el proceso de organización, pues según explica Miriam Suárez, “lo que están haciendo estas mujeres es construyendo sus propias autonomías económicas y por lo tanto cortando ese cordón umbilical entre la dependencia económica y la violencia que se ejerce contra las mujeres”.

Durante los encuentros como cooperativa se ha hablado de temas como la producción y compra de insumos en conjunto, acuerdos y consensos de los precios para mantener un equilibrio entre el costo de producción y las ganancias.

*Achachairú: es un fruto que crece de manera natural únicamente en la región de las llanuras aluviales de Bolivia. 

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Desde un año atrás algunas de las mujeres de Terebinto y de otras comunidades cercanas llegaron a Casa de la Mujer con inquietudes sobre la disminución  de sus cultivos y de sus fuentes de agua. Según comenta Miriam Suárez, ellas intuían que a medida que proliferaban viviendas suntuosas en la zona, “Piscinas Turquesa, Playa no sé qué, Golf del Urubó, etc.” se afectaba la producción en sus comunidades.

Los primeros talleres han abordado medio ambiente, manejo los residuos sólidos, preparación del compost, cuidado del agua. También se comenzó a hablar sobre la situación de las mujeres, de ahí surgieron preguntas como: cuánto tiempo invierten en la producción de los cítricos y cuál es la participación de las mujeres en la cadena productiva, desde cuando se pone la semilla hasta cuando se cosecha y se va a la venta.

“Veíamos en estos primeros talleres –comenta la directora– cómo estas mujeres, de manera silenciosa, estaban garantizando que la alimentación en Santa Cruz tenga niveles de diversificación y acceso a importantes nutrientes de origen vegetal”. Es así como se evidencia la relación de su iniciativa con la seguridad y la soberanía alimentaria.

¿Qué es seguridad y soberanía alimentaria?

La seguridad alimentaria, de acuerdo a la definición dada por la Cumbre Mundial de Alimentación (1996), “se consigue cuando las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a alimentos seguros y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias con el fin de llevar una vida activa y sana”.

Por su parte, soberanía alimentaria, según la Declaración de Nyéléni, Mali 2007, “es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo (…). La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones".

Reuniones en el campo

Es sábado a las 9 de la mañana en Terebinto y hay reunión de la cooperativa. Miriam se siente cansada y con un poco de malestar, pero su compromiso con las mujeres es impostergable. El trufi se tarda unos 45 minutos en llegar. En vez de motores, en Terebinto solo se escuchan gallos, perros y pájaros. El aire está liviano y el sol delicado. Los niños juegan al lado de la caseta donde será la reunión. Ya hay varias mujeres sentadas. Después de un rato de charla Miriam inicia la reunión.

- Teresa, ¿vamos a empezar? – le pregunta a la presidenta de la Cooperativa.

-  Eso yo digo –se escucha una de las mujeres que habla con una compañera– pero si están en el trabajo, eso no puede ser…

- Voy a tomar lista –dice Teresa– ¿quiénes estamos aquí?

- Ah va poner multa –dice Miriam– nadie va a venir por tus multas, Teresa. Las compañeras se ríen.

- Más bien vienen por las multas doctora –responde Teresa tranquila y firme– si no hay multas no vienen.

El tema queda pendiente de discusión, pues no todas están de acuerdo, y comienza la reunión.

Qué dicen las asociadas

 

Teresa Soto (Presidenta de la Cooperativa)

A principios de año comenzamos con achachairú, de diciembre hasta febrero, después vedemos guineos, yuca, limones; cuando hay. Después junio, mayo comenzamos con naranja, mandarina, lima, limones, todo eso vendemos. Si hay papaya, llevamos.

Aquí producimos poco, producimos para el consumo, sembramos por temporadas, hay veces que sembramos arroz, yuca, maní, maíz, algunas tienen café. Después de cosechar arroz, sembramos verduras, tomate, cebolla, y eso nos da para comer.

Es duro, pero ya estamos acostumbradas. Al principio la Alcaldía no nos dejaban; nos corría a un lado al otro. A algunos compañeros se le han llevado las frutas.

Antes hace años entregábamos 100 mandarinas por 2 bolivianos en el mercado, y ya hemos dicho es mejor del productor al consumidor, sin intermediaros.

 
Maribel Vásquez  (contadora de la Cooperativa)

Me parece bien la cooperativa porque es una ayuda, es bien que haya todo este grupo para que nos ayudemos entre nosotras. Nos gustaría seguir adelante, sembrar más plantas y que haya más cultivos para salir a vender.

 

Martha Salvatierra

Empezamos hace años tres o cuatro personas, muchas paisanas que hay ahorita son nuevas. Allá eso era un arenal ahí donde vendemos. Uh… cuántos años hará, unos veinte, treinta años.

Teníamos un sobrino que iba con su carretón y ahí nos poníamos a vender, vendíamos achachairú, no, miento, era plátano, guineo y naranja; el achachairú no se vendía, se maduraba en la planta no más. Y el mercado era de pura tabla. Y ahí se fue acomodando, nos cambiaron de lado, después íbamos de vez en cuando y así.

Antes no había trufi ni nada, había que ir un día y volver al otro. Dormíamos junto al carretón o los que tenían familia iban a descansar y volvían temprano a vender.

Ahora yo tengo mandarina o si no tengo le compro a alguien de aquí y voy a vender allá. Cuando hay aquí uno cosecha, si no hay nada uno no va. La doctora nos recomienda que vayamos así sea a vender limones.

Con doña Teresa harto hemos trajinado en la Alcaldía, doña Miriam nos respalda para que no nos saquen de allá. Ella harto nos sigue defendiendo. Yo vivo de la fruta que vendo, de la venta de panes, también agarro tamarindos y así, la cuestión es hacer algo.

 

Valeriana Sulca Cruz

Yo desde antes he vendido, nadie no vendía primero. Nosotros venimos de Santa Fé de Amoró, es lejos. Por kilómetros no te puedo decir, la caminata es cuatro horas, una hora en moto.

Con mi propio esfuerzo he hecho lo que puedo, nadie me ayuda. A mí me gusta la Cooperativa, solo que las multas que pusieron no me gustan y yo que soy de lejos no me conviene… esito.

Mi esposo ya me dice ‘dejá esa burrera’, pero a mí me gusta. Me duele el pie y tengo que venir en moto, pero si cobran capaz no voy a aguantar, después… me gusta estar en reunión, ahí uno aprende cosas.

 

Damiana Delgado Ochoa

Esto me gusta mucho porque uno aprende y comparte experiencias. Siempre me ha gustado a mí participar de organizaciones, me gusta trabajar con los niños, si yo tengo así sea poquito me gusta compartirlo.

Soy productora de miel de abeja, pero no vendo en Santa Cruz, solo aquí en ferias, o cuando vienen los chinos. Hago propóleo, envaso la miel. Nunca he ido donde van mis compañeras. Lo que produzco yo le doy a ellas para que vendan, naranja, mandarina, guineo, plátano. Van y me buscan, qué tenes vos, tengo esto, ¿te vendo?

Las compañeras sufren mucho, vienen vientos, vienen lluvias… qué va uno hacer, tiene que aguantar eso, porque tiene que llevar sustento pa sus hijos, porque si uno no trabaja, no hay… esa es la cosa.

Hay que ver si los maridos le comprenden a uno, hay maridos que son machistas, no le apoyan a uno y no le dejan ni venir a las reuniones, yo conozco muchos que son así. Gracias a Dios mi esposo me apoya.

 

Visitación Céspedes

Yo voy a vender a Santa Cruz, a mi compadre yo le compro. Tengo mis plantas, pero todavía no dan, están pequeñas así que compro y voy a vender, eso me gusta.

Me parece muy bien la Cooperativa porque nos colaboran, nos ayudan, porque nosotras somos personas pobres, nos cuesta mucho ir a Santa Cruz, no tenemos caminos, usted lo ha visto. Tenemos un camino recto, pero nada de acomodarlo, le pasan la máquina no más.

Hay que pagar 15 pesos por viaje, y 10 pesos por cada canasto.

Veo algunos cambios en la producción, especialmente en el guineo, se produce menos, dio en enfermarse la planta, está creciendo y ¡poj! ya está de espalda, se cae sin producir, queda el trabajo en vano porque no se puede sacar nada de utilidad.

 

Wilfredo y la historia de las ventas 
 
La esposa de Wilfredo fue una de las primeras que se animó a organizarse con sus compañeras, pues también era vendedora. Hace poco falleció y como homenaje Wilfredo quiso ocupar su lugar en la cooperativa. Él cuenta la historia de cómo empezó todo.

Nosotros fuimos los que fundamos esa venta ahí, yo, el señor Zacarías y Tuqui. Los tres fuimos los primeros que llegamos en carretón ahí, cuando ese mercadito era de tabla, todas su casetas eran de tabla, y esa avenida era un arenal  hasta la Plazuelita 3 de Mayo, pa abajo no se diga, hasta ahí entrabamos en carretón, nos íbamos de aquí en mañanita hasta cierto lugar de la pampa, ahí hacíamos comida, descansábamos un rato mientras descansaban los bueyes, ya seguíamos y en la tardesita estábamos ahí. Nos demorábamos todo el día, y allá nos quedábamos a dormir, como dicen, como perros debajo de su carretón (se rie con su comadre).

      Carreton con bueyes

Luego nos sacaron de ahí, así se ha vivido, luchado por un lado y por otro, de ahí nos pusieron ahí al frente de la Feria entre Tercer Anillo y la Roca Coronado. Ahí era la fila de carretones, tiempo nos hemos tirado ahí, después volvimos de vuelta ahí donde es Casa de la Mujer.

Después de tener para llevar, comenzaron pues a asaltar en la pampa a quitarle los bueyes. Ya luego éramos como treinta, casi todos tuvimos carretón. Cuando alguno iba solito lo asaltaban, ya por eso lo dejamos. Nos juntamos varios y nos íbamos en la tarde de un saque hasta el Mercado, ya no descansábamos, o a veces nos íbamos para dormir y madrugar ya al otro día.

Hasta que pasaron los años, los que pudimos nos compramos movilidad y ya íbamos, como dicen, a regalar al Mercado, porque como regalado es lo que uno lleva al mercado, nunca le pagan su precio pues a uno.

Ahora yo no voy a vender, todo se lo vendo a mi comadre o a otra señoras.

Me agrada la organización, siempre he participado en organizaciones, pero en cooperativas no. Yo manejo mi platica no más, vivo tranquilo, aunque renegando a veces, así vivo yo.

 

Si bien la cooperativa no tiene aún un enfoque feminista, la idea es que con el tiempo y con las capacitaciones las mujeres aprendan no solo de soberanía alimentaria, sino también que dominen el tema de género. Según expresa Miriam Suárez, es un proceso largo, pero va por muy buen camino.

Teresa Soto, la presidenta, ha mostrado aptitudes para el liderazgo y ha participado de varios conversatorios en Casa de la Mujer. También viajó por primera vez en avión este año para reunirse en La Paz con otras mujeres de Bolivia que trabajan el tema de seguridad y soberanía alimentaria.